Europa en la barra del gran baile global: China lidera, EE.UU. reacciona y nosotros sujetamos los abrigos

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A la vista de los recientes acontecimientos con Donald Trump zarandeando al otrora héroe de occidente, Volodímir Zelenski, el baile geopolítico se prepara para una nueva coreografía. China pisa fuerte, EE.UU. se pone en modo «America First 2.0» y Europa… bueno, Europa sigue decidiendo si prefiere bailar o quedarse en la barra sosteniendo el abrigo de los demás.

El problema no es nuevo, y el tablero geopolítico actual está más claro que el caldo de un albergue de mochileros: Europa ha pasado de ser el epicentro industrial y político del mundo a convertirse en el bar de carretera donde otros paran a repostar. Mientras en Moscú y Pekín trazan sus estrategias a largo plazo y en Washington deciden cómo adaptarse a los nuevos tiempos, Bruselas sigue entretenida con sus juegos de burocracia y debates internos sin trascendencia. Mientras en Shanghái ya han diseñado la próxima revolución tecnológica, nosotros seguimos debatiendo si los coches eléctricos deberían llevar bocina con sonido de carrillón medieval para no molestar a los peatones sensibles.

Rusia, el comodín incómodo en la partida

Si alguien ha aprendido a jugar a largo plazo en la geopolítica, ese es Vladímir Putin. Mientras Europa se pelea consigo misma y EE.UU. se obsesiona con China, Rusia ha ido consolidando su influencia en zonas estratégicas como Oriente Medio, África y América Latina. Lo ha hecho con un manual de jugadas que combinan presión militar, acuerdos energéticos y diplomacia agresiva.

La invasión de Ucrania marcó un antes y un después en las relaciones globales. Europa se lanzó a una cruzada moralista contra Moscú, pero sin una estrategia de fondo. ¿Resultado? Dependencia energética mal gestionada, sanciones que golpean más a la UE que a Rusia y una guerra en la que el tiempo juega a favor del Kremlin.

Mientras tanto, Putin sigue moviendo fichas: estrecha lazos con China, se refuerza con India y mantiene un pulso con Occidente sin mostrar signos de debilidad. Rusia no tiene el músculo económico de EE.UU. ni la capacidad industrial de China, pero sí algo que Europa ha perdido: una visión clara de su papel en el mundo.

China al volante, Europa de copiloto distraído

China está a punto de llevarse por delante la automoción, la inteligencia artificial y, si nos descuidamos, hasta la agricultura. Sí, el país que hace 30 años apenas exportaba arroz ahora nos vende coches, teléfonos y pronto puede que hasta el aceite de oliva. Mientras tanto, Europa sigue empeñada en su pasatiempo favorito: mirarse el ombligo con actitud de funcionario un viernes a las 14:00.

La cuestión no es si China va a liderar el mercado del futuro, sino qué excusa vamos a inventar cuando toque explicar por qué seguimos dependiendo de ellos hasta para fabricar una grapadora. Eso sí, en Bruselas nunca falta la solución mágica: más regulaciones, más debates estériles y más estudios de impacto que no sirven para nada. Mientras tanto, en Shanghái ya han lanzado dos generaciones de baterías nuevas mientras aquí seguimos peleándonos con el etiquetado del queso manchego.

La UE y su papel como figurante

La gran pregunta es si Europa será capaz de reaccionar o si seguirá con su papel secundario en esta película. América Latina y África están ahí, esperando que alguien con un mínimo de visión estratégica mueva ficha. Son mercados gigantescos con recursos y población joven, pero claro, para aprovecharlos habría que hacer algo más que enviar discursos paternalistas y conferencias sobre “cooperación sostenible”.

Pero no nos engañemos: Europa tiene otras prioridades. Por ejemplo, debatir si hay que llamar «persona menstruante» a una mujer o si el próximo reglamento comunitario sobre el bienestar de los caracoles es suficientemente inclusivo. Y mientras tanto, el mundo sigue girando sin esperarnos.

El futuro: camareros con máster y turistas con yuanes

Si seguimos en esta línea, no hay que ser Nostradamus para predecir el futuro: turismo, turismo y más turismo. Mientras China fabrica los coches, EE.UU. controla la inteligencia artificial y África se convierte en el nuevo polo industrial, en Europa podremos presumir de una economía basada en dos pilares: los Erasmus en Ibiza y los camareros con doble máster en sociología poscolonial.

Ahora bien, no todo está perdido. Si alguien en el viejo continente decide que ya es hora de dejar de comportarse como un tertuliano de bar y empieza a pensar en serio, quizá aún podamos jugar algunas cartas. Pero claro, para eso haría falta política de altura, visión a largo plazo y algo que parece en peligro de extinción en Bruselas: sentido común.

Así que aquí estamos: con una oportunidad de oro y la capacidad estratégica de un hámster en una rueda. ¿Apostamos por un futuro relevante o nos conformamos con ser el resort de lujo de los chinos y el parque temático de los estadounidenses? Lo veremos. Pero a este ritmo, vayan sacando las guías de turismo.

Elena Rodriguez Diaz
Elena Rodriguez Diaz
Periodista y Jurista | Redactora en The Digital Law
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